María

María tiene 45 años. Es divorciada con tres hijos a su cargo. Ella trabaja por cuenta propia, posee una pequeña tiendita de objetos antiguos, en su tienda, como en su hogar, ella es la reina de sus sueños perdidos. Cumple a rajatabla con su rol de madre y le gusta hacerlo pues sus hijos son su más bello regalo. A ella le gusta lo que hace, desde que se levanta hasta que se acuesta. Le encanta ensimismarse en manuscritos antiguos de esos en los que ya casi las palabras apenas pueden leerse. Le gusta encender cirios en candelabros arcaicos con recuerdos de momentos tentadores, de esos que fueron usados en alcobas oscuras siendo testigos de los más ardientes idilios. A María le pierde tocar y oler la madera antigua y sentarse en muebles que sean viejos, en ellos percibe la vibración del pasado en donde estuvieron presentes en tiempos lejanos. María se deleita en esos aparatos de música de discos de vinilo contemplando en ellos la melodía antigua, la clásica, y la romántica de todos los tiempos. A María le gusta oler: huele a sus hijos conociendo a ciegas y a distancia sus olores, huele las flores, la lluvia, la tierra, ella sabe cuando hay vida, como también percibe y huele el olor a muerte. María es de las que todavía cree en el romanticismo que pone la piel de gallina con tan sólo perderse en la estrofa de una canción para amantes, o en las décimas de una cautivadora poesía, o mientras contempla la obra más abrumadora que exista, porque ella es trágica como toda apasionada y se vuelve la protagonista de cada historia de amor y llora como nadie con cada película en donde se siente la vida misma. María cree que existe vida más allá de nuestro planeta, ella dice que, si algún ser de otra estrella o galaxia debe enamorarse de una terrícola, ella desea ser la elegida, ¡así de genuina es María! Ella sueña que en otra vida fue una reina guerrera de aquellas que fueron revolucionarias en sus tiempos de reinado y en los cuales se enfrentó a convencionalismos para disfrutar de lo que más les gusta ser, libre. María es una mujer interesante e inteligente, ella conoce su esencia de mujer y hace ya tiempo descubrió a ciencia cierta la naturaleza del hombre. Ella es tierna, es romántica donde las haya, es elocuente, soñadora, bohemia, mística, es lasciva, visceral, es una dama, pero además es una erudita a la hora de amar, es por esto que María cree que el hombre de sus sueños todavía no existe porque dice que al hombre en verdad no le interesa que la mujer sea inteligente, al hombre, dice, no le gusta que la mujer indague, que descubra, que se entrometa en juegos que son puramente de hombres, ella dice que al hombre de a pie no le gusta que la mujer sepa de todo -“mejor estás calladita”- dicen algunos, por tanto... ella dice que aunque nos encontremos en una nueva era y en pleno despertar de nuestra conciencia, la mujer que ama en demasía, que es inteligente y que conoce de su propio sexo y del sexo de su amante, es una mujer que sufre mucho más que otra que, sencillamente, existe sin existir en su completo ser. ¡Y es que María es mucha María! Una mujer que cuando ama, ama, una mujer valiente y fuerte capaz de hacer cientos de cosas al mismo tiempo, una mujer que controla la aritmética, que es médico sin serlo, que duerme sólo lo justo y que cuando lo hace ya no es por descansar sino para soñar, una mujer que se pone al mundo por montera cada día y como toda mujer que se precie saca adelante por sí sola un hogar con sus hijos y cualquier negocio por delante. Una mujer que es altruista, sentimental, sensible, aunque con garras de acero, es hija, es hermana, es amiga, es la amante que cuelga sus hábitos de decencia a los pies de una buena cama y se transforma en esa “demente” que tan loco puede volver a más de uno. Es, por tanto, María, la mujer que cualquier hombre-caballero de todos los tiempos debería desear, sin embargo, le tienen miedo, ¿por qué?, porque quizás María marca una gran diferencia y sabe lo que es amarse primeramente a ella antes de esperar que otro la ame. Cada noche termina su jornada agotada, muy agotada, pero siempre, tras las puertas de su alcoba, esboza una sonrisa de orgullo y de placer al sentirse capaz de poder con tanto a la vez. ¿Puede entonces María entregarse a cualquier hombre? ¡No, porque María... es mucha María! Dedicado a la mujer que lucha, sobre todo a la que no se conforma con migajas, a toda aquella mujer capaz de romper con los lastres del pasado, a esa que mira sin titubeo y de frente al miedo… a ella, sencillamente por ser Mujer. Yirka Gonzalez (F. B.) ©